El Espíritu de Dios está hoy también aleteando sobre las aguas de nuestro mundo, sobre nuestra Iglesia, y sobre cada uno de nosotros y nosotras.
Es nuestra hora: el tiempo del Espíritu. Jesús te cede el testigo y te da la Palabra y la palabra. Tiempo de anuncio y de acción, palabra proclamada y trabajo compartido. Tiempo de la Iglesia, tiempo de la acogida y del envío. Tiempo de pascua, la pascua de Pentecostés, la fuerza de la creatividad, el Paso del Espíritu. Dinamismo nuevo, vigoroso. Tiempo de fraternidad, de celebrar en comunidad. Tiempo de poner palabra, de alzar la voz, de darla al que, nos parece, nunca la tiene; de unirlas todas en “proclama”, en manifiesto, en canción. Tiempo de claridad y de Misterio. Tiempo de novedad y de reconocimiento, de ojos abiertos y sonrisa agradecida. Tiempo de Presencia en la ausencia, de Ausencia que es Presencia. Tiempo de Verdad. Tiempo de milagro, de posibilidad, de horizonte y fruto.
Tiempo de creer y de crear, de confiar y construir, de ilusionarse y de gozar. Tiempo de revolución, de conversión. Revolución del Espíritu que vuelve el corazón. Revolución del Espíritu que zarandea, confronta, embriaga, impulsa, ilusiona y llena de corazón y al corazón. Es la hora del Encuentro y de la intimidad, de la escucha y del amor, escucha amorosa y amor escuchado. Siente que es tu hora, el tiempo del espíritu, el tiempo de Dios…
Es nuestra hora: el tiempo del Espíritu.